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Antropología filosófica.

Actualizado: 20 abr 2021

Dedicaré las próximas entradas a la exposición de algunos de los temas del currículo de Filosofía en el Bachillerato (en este caso, para 1º de Bachillerato). El primer tema a considerar es el de la Antropología filosófica como disciplina.


En primer lugar, referiremos brevemente a los orígenes, el método y las ramas de la Antropología como ciencia positiva. Después, introduciremos la diferencia que representa la Antropología filosófica con respecto a aquella, glosando su contexto de emergencia y su método. Para terminar, diremos algunas palabras sobre sus principales ramas y autores.


 

1. Orígenes, método y ramas de la Antropología como disciplina científica.


Aunque podemos encontrar abundantes antecedentes en la tradición filosófica y científica, la Antropología nace como disciplina científica en el siglo XIX, en un contexto colonial que de alguna manera impele al «hombre blanco» a estudiar los rasgos específicos de los individuos que forman parte de los nuevos territorios conquistados, y, también, a determinar sus diferencias como justificación de su superioridad. En este momento es cuando comienza a perfilarse una teoría general de la evolución social que constituye la marca diferencial de la Antropología como ciencia, cuyo objeto de estudio es el ser humano.


Progresivamente, se desarrollarán diferentes enfoques o perspectivas para el estudio del ser humano: el evolucionismo (Lewis H. Morgan, Johann J. Bachofen, sir Henry Maine y Edward B. Tylor, a quienes se les considera los padres de la Antropología moderna), el particularismo histórico de Franz Boas y sus discípulos, el difusionismo (Friedrich Ratzel), el funcionalismo británico (Bronislaw Malinoswki y Alfred Radcliffe-Brown), la teoría «cultura y personalidad» (Ruth Benedict y Margaret Mead), el neoevolucionismo o materialismo cultural (Leslie A. White y Julian Steward), y el estructuralismo francés (Claude Lévi-Strauss).

Según hemos dicho arriba, la Antropología es la ciencia que estudia al hombre (Anthropos); dicho de otro modo, es un conocimiento global y unificador sobre el ser humano. Sin perjuicio de lo anterior, su objeto de estudio no es tanto el ser humano como las culturas o pueblos primitivos, los cuales, según piensan los antropólogos, tienen la clave sobre la naturaleza humana por estar más cerca del origen mismo de las sociedades humanas. Según esto, concretamos el objetivo de la Antropología, según lo explicó Malinowski, como la búsqueda de un conocimiento del ser humano a través del estudio del otro o de los otros.

Con respecto a su método, podemos distinguir hasta tres propuestas: la etnografía, considerado desde Malinowsky el método (cualitativo) propio de la Antropología, que consiste en un trabajo de campo donde se recogen notas y apuntes y un posterior trabajo de redacción de informes sobre los datos constatados. En román paladino, la etnografía es el trabajo de campo. El segundo método es el método comparativo, que comparte con otras ciencias como la Sociología, y que se basa en la creencia de la existencia de similitudes entre las sociedades actuales y las sociedades primitivas, las cuales, por otro lado, han seguido un mismo patrón de evolución que transita por fases análogas hasta alcanzar un estado de civilización. Según esto, el método comparativo busca las similitudes existentes entre diferentes culturas o procesos culturales para perfilar una historia de la evolución social y para descubrir las leyes generales de la evolución cultural. Finalmente, y sin perjuicio de la distinción de Pike entre la perspectiva emic (de los sujetos de estudio) y la perspectiva etic (de los científicos), cabe destacar el desarrollo, a partir de la segunda mitad del siglo XX, de un método hermenéutico que, siguiendo las tesis de Gadamer, Ricouer o Clifford Geertz, concibe el estudio hermenéutico como un estudio literario.


Para terminar con este breve repaso por la Antropología positiva, distinguiremos las distintas ramas que la conforman. La primera es la Antropología física, que se encarga del estudio de la evolución humana según la interacción de factores biológicos y sociales. La Paleantropología o Paleontología humana, que estudia la evolución humana a partir de los restos fósiles y los instrumentos líticos. La Arqueología, que estudia las culturas a partir de los restos materiales. La Lingüística, por su parte, se ocupa del estudio científico de las lenguas, de su naturaleza y de sus leyes (desde el punto de vista biológico de los rasgos anatómicos y desde el punto de vista simbólico o semántico). La Geografía humana, que estudia la relación entre el ser humano y su medio. La Antropología social, centrada en la descripción y el análisis de la sociedad y de sus componentes estructurales. La Antropología cultural, que consiste en el estudio y análisis de las culturas. Y finalmente la Etnología, centrada en el estudio y la comparación de los pueblos y de las culturas del mundo.


2. Diferencias entre la Antropología y la Antropología filosófica.


La Antropología filosófica surge en la década de los años veinte del siglo pasado para dar respuesta a la pregunta por el ser humano en un contexto histórico en el que se han producido tres grandes humillaciones: la humillación cosmológica del siglo XVII, según la cual la Tierra, y en consecuencia el ser humano, dejaba de representar el centro del Universo; la humillación biológica, gracias a los avances científicos del siglo XIX (en especial la teoría darwiniana de la evolución); y la humillación psicoanalista, por la que el ser humano deja de ser un animal racional con dominio de sí.


A la vista de esta situación problemática, el desarrollo de la Antropología filosófica se ve casi como una urgencia. Y de esta urgencia derivan tres funciones asignadas a la Antropología filosófica que en último término apuntan, al modo de exigencias metodológicas, a la unidad indisoluble de conocimientos humanos que pretende conformar.


En primer lugar, tiene una función crítica con respecto a los paradigmas referidos al ser humano que se han construido desde cada una de ellas. En segundo lugar, una función teórica que pasa por desarrollar una reflexión ontológica sobre el ser humano de la que las ciencias no pueden hacerse cargo. Y por último, una función moral, según la cual la Ontología antropológica exigida en el punto anterior culmina en un compromiso moral que considera al ser humano como un fin, y no como un medio o como una simple cosa más entre otras.


Con respecto al método propio de la Antropología filosófica, y dando con ello rendida cuenta de su complejidad, es importante tener presentes cuatro aspectos fundamentales que son propios de esta disciplina. Primero, con respecto a la terminología a emplear, la Antropología filosófica requiere de un conocimiento profundo de lo que en la tradición se ha dicho en relación al ser humano. Segundo, y sin perjuicio de lo que hemos comentado sobre su conexión con los resultados de las ciencias positivas, la Antropología filosófica no puede obviar la diferencia ontológica establecida por Heidegger; es decir, que el ser humano es un ente que no es igual al resto de entes.


En tercer lugar, la Antropología filosófica es una disciplina esencialmente hermenéutica: dado que la subjetividad humana no puede captarse empíricamente, el único modo de llegar a ella es atendiendo a las relaciones intersubjetivas que establece con los otros y con el mundo. En cuarto lugar, y en relación a esto último, no ha de desviarse del contexto ontológico relacional en el que vive el ser humano.


Con respecto al objeto (o campo) de estudio de la Antropología filosófica, el ser humano, pasaremos por alto la dificultad de si la cuestión humana es competencia de la Filosofía o si las ciencias positivas, entre las cuales está la Antropología (además de la Sociología, la Psicología, la Historia, etc.), ya son capaces por sí solas de dar rendida cuenta de la facticidad humana (suponiendo, y esto abre un nuevo problema, que la condición humana se agota efectivamente en su facticidad). Lo que me parece que es importante destacar en este punto es el modo como la interacción que el ser humano establece con su medio supone ya una particular cosmovisión desde la que el propio ser humano, sea en su condición de individuo que existe o de científico que investiga, parte a la hora de preguntarse por el sentido de su existencia o por el carácter y la naturaleza del ser humano, respectivamente. En otras palabras: el ser humano habita un mundo previamente comprendido por otros, esto, es, históricamente transido de significados y sentidos, y la comprensión que realiza de sí, de su mundo o de la condición humana está ya, no determinada, sino atravesada por una serie de prejuicios y de teorías implícitas sobre lo que es el ser humano.


Si aceptamos esto como válido, podemos considerar que el verdadero objetivo de la Antropología filosófica es mostrar cómo se ha tratado de dar respuesta a la pregunta por el ser humano a lo largo de su Historia. Desde estos parámetros su carácter filosófico se confirmaría con el análisis y la clasificación de los distintos tipos de respuesta que se hayan dado a la pregunta desde un plano trascendental o, a estos efectos, «transhistórico» y «meta-cultural». De un modo más categórico: la tarea de la Antropología filosófica consiste en el análisis de las condiciones de posibilidad de la pregunta por el ser humano, o lo que es lo mismo, de la especificidad del ser humano como ser que se pregunta por su propia naturaleza. No se trataría más que de responder a la pregunta por el sentido de la existencia humana desde una perspectiva filosófica.


En este sentido, y como ha señalado Javier San Martín, la Antropología filosófica, lejos de pretender elaborar una nueva imagen del ser humano, trata de comprenderle como ser que se piensa a sí mismo. Este ser humano que se pregunta por sí o por su naturaleza ya no es un dato empírico, es decir, un objeto de estudio positivo, sino un Da-Sein en el sentido heideggeriano, una totalidad abierta de significados abierto a la pregunta por el ser. Esto no quiere decir, por otro lado, que la Antropología filosófica no requiera de las evidencias contrastadas por disciplinas como la Antropología cultural o la Psicología; muy al contrario, el objetivo propio de la Antropología filosófica precisa de algunas consideraciones previas relativas a la sensibilidad, a la afectividad, a la historicidad, a la corporalidad, etc., del ser humano. En otros términos: la Antropología filosófica interpreta filosóficamente los hechos que las ciencias humanas han descubierto sobre la naturaleza humana. En conclusión, podemos definir la Antropología filosófica como la disciplina filosófica que se ocupa del estudio de la esencia de la naturaleza humana con la pretensión de unificar (lo cual implica clasificar y criticar, discriminar) los diferentes enfoques y los diversos métodos que las ciencias humanas han adoptado y empleado para responder a esa misma cuestión.


Ya desde Aristóteles el ser humano fue esencialmente definido como «ser racional» o ser que hace uso de la razón para sobrevivir. Digamos, sin entrar en la complejidad del asunto, que la respuesta clásica a la pregunta por la naturaleza humana apunta a la razón como factor distintivo de «lo humano». Definiremos la respuesta clásica a la pregunta por la esencia humana como una respuesta articulada en términos fijistas o absolutos, considerando a la especie humana como poseedora de una continuidad en el tiempo.


Esta respuesta es puesta en entredicho en el siglo XIX, con el auge de ciencias como la Biología o la Sociología. En especial, destacan los avances producidos por la teoría darwiniana de la evolución, (y del «darwinismo social» que resultará de su aplicación a la ciencia social por parte de Herbert Spencer), la explicación económica de la esencia humana a través del concepto de «trabajo» de Karl Marx o la explicación psicológica de Sigmund Freud. En el siglo XX el desarrollo de la fenomenología y del existencialismo introdujo un nuevo grado de problematicidad en la cuestión sobre la naturaleza humana, al ofrecer un enfoque de estudio centrado en la experiencia vivida o concreta, o dicho de otro modo, desde la perspectiva de la subjetividad. Admito la dificultad de reducir la perspectiva fenomenológica a la de la subjetividad humana, sobre todo si tenemos en cuenta la crítica de Husserl al psicologismo. Sin embargo, esta reducción adquiere un sentido más claro si la circunscribimos al autor que va a ser objeto de reseña a continuación. También es importante el rechazo al dualismo cartesiano entre el cuerpo y el alma (entre cuyos antecedentes está el Antoniana Margarita de Gómez Pereira, de 1554).


A partir de esta crítica (más bien, de la consideración de que el ser humano es una totalidad abierta, un ser que se comprende a sí mismo y que desde esa comprensión es capaz de elegir) van a formularse diversas concepciones del ser humano. Sin embargo, en todas ellas podemos reconocer la aportación ilustrada del ser humano como homo faber, esto es, animal cultural que crea herramientas para dominar la naturaleza. Y también la aportación romántica o idealista (Schopenhauer, Nietzsche, Klages, Spengler, Frobenius), según la cual el ser humano es un homo creator; este homo creator, aunque próximo al homo faber, apunta más directamente al carácter simbólico e institucional de aquello que crea.


3. Principales ramas de la Antropología filosófica.


La Antropología filosófica consta de varias ramas, de las cuales citaremos las más importantes.


La Antropología filosófica biológica o «Bioantropología», centrada en el examen filosófico de las teorías biológicas, y donde destaca el filósofo Arnold Gehlen (El hombre: su naturaleza y su lugar en el mundo, 1911). Según Gehlen, el ser humano sólo cuenta su acción para defenderse del mundo, a la vista de la tesis de su «indefensión natural» o «indigencia natural». De este modo, el entorno natural del ser humano se transforma en un sistema de acciones que perpetua en instituciones y en el lenguaje. De este modo, la Antropología filosófica se entiende como una «ciencia de la acción humana» (Handlungswissenschaft).


La Antropología filosófica cultural, próxima a la Antropología cultural de la que hemos hablado más arriba (estudio de la Historia de la cultura humana, es decir, de las obras humanas), y donde mencionamos a Wilhelm Dilthey (Introducción a las ciencias del espíritu, 1883), quien aunque no se corresponde con el periodo histórico en el que hemos determinado que emerge la Antropología filosófica es digno de mención porque, con Husserl, ofrece un enfoque fenomenológico referido a la comprensión intuitiva de las esencias directamente experimentadas; es decir, Dilthey y Husserl establecen el método de análisis para la Antropología filosófica. Sin embargo, si hemos de citar un nombre propio dentro de la Antropología filosófica cultural hemos de referir a Ernst Cassirer (Filosofía de las formas simbólicas, 1923, Antropología filosófica: introducción a una filosofía de la cultura, 1944), quien cifró el logro de los productos culturales en el «mundo simbólico» ideal desde el que o a partir del que se crean.


La Antropología filosófica psicológica, desarrollo de psicoanálisis freudiano, que combina el método de la Psicología experimental tradicional con el pensamiento filosófico. A este respecto podemos destacar a Erich Fromm (Psicoanálisis de la sociedad contemporánea, 1955) y a Ludwig Binswanger (Formas y conocimientos básicos de la existencia humana, 1942), quienes, partiendo del psicoanálisis de Freud, se adentran en el análisis de la sociedad, el primero (combinando la teoría freudiana con el marxismo), y de la existencia humana, el segundo.


Finalmente, la Antropología filosófica teológica, que vincula la apertura simbólica de la existencia humana a la relación dialógica que el ser humano mantiene con Dios, y la crítica de la sociedad, corriente de pensamiento que recupera la tensión romántico-ilustrada entre la individualidad y la sociabilidad (la «insociable sociabilidad» de Kant) e imprime un enfoque empírico en lo que respecta a las posibles formas de organización social que se formulan como propuestas para la resolución de tal problema.


En conclusión, la Antropología filosófica es una disciplina filosófica que surge o que encuentra sus antecedentes inmediatos en un contexto de confrontación entre las corrientes filosóficas ilustradas y románticas y las ciencias humanas en lo que respecta a la pregunta por el ser humano. Asimismo, los logros prácticos (sociales) del desarrollo técnico y científico que se produce durante los siglos XVIII y XIX ponen a disposición de las nuevas ciencias y de las nuevas corrientes filosóficas un contexto de transformación que hace patente la especificidad técnica o cultural del ser humano respecto del resto de especies, y que obliga a un replanteamiento radical de las consideraciones tradicionales acerca de la naturaleza humana.


Bibliografía consultada:


Adams, W.Y. (2003). Las raíces filosóficas de la antropología. Trotta.

Agassi, J. (1977). Towards a Rational Philosophical Anthropology. Martinus Nijhoff.

Choza, F. (1988). Manual de antropología filosófica. RIALP.

Kamlah, W. (1976). Antropología filosófica y ética. Alfa.

Groethuysen, Bernhard. Philosophische Anthropologie: Handbuch der Philosophie. Munich y Berlin, 1928.

San Martín, J. (2009). Para una superación del relativismo cultural: Antropología cultural y antropología filosófica. Tecnos.

Zalta, Edward N. (Ed.). 2014. The Stanford Encyclopedia of Philosophy. https://plato.stanford.edu/

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