Con motivo del Día Internacional de la Filosofía (19-N) quiero dedicar una entrada del blog a exponer brevemente mi Idea de Filosofía como pretexto para la defensa, puesta en valor, apología o como queramos llamarlo, no tanto de la filosofía, como del filósofo que filosofa.
A mi juicio, la filosofía, a día de hoy, no requiere de defensores. La filosofía está más de actualidad que nunca, todo el mundo parece reconocer su importancia, y todo el mundo dice ser, en alguna medida, filósofo. Lo que sucede es que mientras la filosofía goza de prestigio en la plazuela pública, el filósofo es recluido al altar de los personajes inútiles; esta situación, a saber, que todo el mundo reconoce el valor de la filosofía pero denigra al filósofo que la realiza, aunque paradójica, tiene su explicación: la filosofía se entiende como algo ya realizado (en las sociedades de la democracia homologada, en el tiempo del "fin de las civilizaciones"), algo que todo el mundo maneja y puede manejar. Es decir, la filosofía no se entiende ya como una especialidad a cargo de intelectuales, sino como una actividad cotidiana que se realiza indistintamente en los Parlamentos, en los bares, en las plazas, en las tiendas, en los hogares, etc.
Pero al filósofo, al que se dedica a la filosofía académicamente, se le aparta, se le denigra, incluso se le insulta. Si la filosofía está ya realizada, el filósofo no es necesario. El filósofo, a ojos de la opinión pública, es un personaje soberbio e hipócrita que habla de muchas cosas pero no sabe nada. A mí me ha sucedido en más de una ocasión que, hablando sobre los compromisos o implicaciones filosóficas de ciertas actuaciones políticas, de ciertas realidades jurídicas, o de ciertos ámbitos científicos, automáticamente se me desacredita diciendo: "Tú eres filósofo, métete en tus asuntos y no intentes sentar cátedra de cosas de las que no sabes nada". Claro, yo me pregunto: "¿Por qué este individuo dice que no sé nada?" Supongo que para que la gente reconozca que sabes de algo debas poder dar muestras empíricas (titulaciones, artículos, experimentos, estudios, etc.) que acrediten tu "saber" en ese campo. De este modo, sólo los doctores en Física pueden hablar de Física. Pero resulta que esos doctores en Física también hablan de Filosofía (de una forma pésima, por cierto), y aquí no vale el argumento antes expuesto. La Filosofía es el saber último, no relacionado con nada. Y el filósofo es quien se pasa la vida mirando las musarañas, en el "apeadero del conocimiento", sin enterarse de cómo está el patio.
Con suerte (para mí), con el tiempo he aprendido a ignorar a los ignorantes. No obstante, resulta muy curioso que al filósofo se le exija que no hable de cosas de las que, suponen los que critican, no sabe nada, pero a los artistas (cantantes, actores y actrices, escritores, escultores, etc.) no solo no se les dice lo mismo, sino que además cuando hablan de temas de política, de Historia o de ciencia se aplaude su opinión, aunque el nivel de rigurosidad y la calidad argumentativa de sus opiniones estén a la altura de una taza de Mister Wonderful. Para ellos no vale lo de "zapatero a tus zapatos". Es increíble el dominio de la estupidez. Yo, por el contrario, siempre que me encuentro en esta tesitura recurro a la frase de Goethe, que decía: "¡Artista! ¡Plasma! ¡No hables!". O en román paladino: "¡Artista!, ¡Cállate y dedícate a tu arte!"
Con esta anécdota quería llegar a la formulación de mi Idea de Filosofía, que no es mía, por cierto, y que sirve como respuesta esos ignorantes que hablan, exigen, pero no saben absolutamente nada. Yo defiendo la Idea de Filosofía del materialismo filosófico, a saber, la filosofía como "saber de segundo grado"; es decir, como saber que se construye desde saberes previos (técnicos, científicos, políticos, religiosos) y que, en consecuencia, tiene que tomar siempre como referencia las verdades (identidades sintéticas) de dichos saberes. De este modo, no se puede aceptar la tesis de la filosofía como "ciencia de ciencias", "madre de todas las ciencias" o "ciencia estricta". La filosofía no lo es todo, ni abarca tampoco el todo. Pero tampoco se puede admitir la tesis indocta de quienes la reducen a la nada absoluta. La filosofía sirve para detectar y triturar los fundamentalismos científicos, políticos y religiosos.
Con respecto a los primeros. la tarea del filósofo consiste en determinar cuándo un científico o una comunidad de científicos excede su campo categorial y, empleando Ideas, no conceptos, pretende reducir toda la realidad a su propia disciplina. En este sentido, la filosofía es una cura contra los reduccionismos del tipo "todo es química", "todo es física", etc. La realidad no es monista, no todo está conectado con todo (ni tampoco nada está conectado con nada; la realidad se organiza en la forma de la "symploké" platónica), y por eso es importante que el filósofo, como el "buen carnicero", reconozca las junturas naturales de la realidad, que son los espacios de inconmensurabilidad entre los distintos campos categoriales de las ciencias, y construya una Geometría de las Ideas que ofrezca una imagen lo más completa posible de la realidad.
En cuanto a los fundamentalismos políticos, el filósofo alerta sobre los lisologismos (desconexiones metafísicas) que algunos políticos realizan cuando entonan salmos a la democracia (Democracia) como el fin último de la humanidad y el mejor gobierno posible. Sobre todo si tenemos en cuenta que la Idea de Democracia es un mito, es decir, que democracias hay muchas, y no son todas iguales. Por eso, cuando desde esa Idea de Democracia prístina y perfecta los políticos enarbolan discursos dualistas ("tú no estás a mi favor, ergo tú no eres demócrata"), el filósofo tiene que salirle al paso y advertir sobre la complejidad de la realidad política, en la que necesariamente interceden componentes históricos, sociales, económicos, antropológicos, etc.
Y por último, el ataque filosófico a los fundamentalismos religiosos es el ataque a los intentos de construcción de una Idea de Humanidad según un dialelo mítico, completamente irreal, en virtud del cual se le otorga la categoría de "hombre" a unos sí, y a otros no. Con la crítica a estos fundamentalismos, el filósofo también somete a crítica la Idea misma de Humanidad, que, como tal, no existe; la Humanidad es más bien un conjunto de grupos humanos enfrentados entre sí.
Con todo, sirva esta entrada para defender la figura del filósofo (en cuanto filósofo "académico") como aquel que vive atento a la realidad y ofrece una mirada crítica de todo cuanto sucede en el mundo. Aquel que vive, en resumidas cuentas, encargado de poner en orden la realidad, y de clarificar lo que se presenta (intencionadamente o no) oscuro y confuso: Filosofar es clasificar, y clasificar es criticar. Criticar, sobre todo, a los filósofos idealistas que conciben la filosofía como un saber de primer grado, de primerísimo grado, y opinan a diestro y siniestro con la única autoridad de su propia subjetividad. Es increíble el dominio de la subjetividad, es patética la defensa de su autoridad.
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