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Eduardo Gutiérrez

Día Internacional de la Lógica (14E).

Con motivo del Día Internacional de la Lógica, que celebramos este 14 de enero de 2021, quisiera decir unas palabras al respecto de la "competencia filosófica".

 

Desde hace algunos años se viene hablando, en relación a la instauración de una "educación en competencias" (competencia lingüística, competencia matemático-científica, competencia digital, etc.), la necesidad de determinar de una vez por todas una competencia específicamente filosófica. Esta tarea se ha realizado desde diferentes perspectivas y con diferentes conclusiones. Lo que expondré a continuación forma parte de mi TFM.


Sin perjuicio de la «naturalidad» del pensamiento crítico, defendida, por ejemplo, por John Dewey, para quien el pensamiento crítico, aun siendo una capacidad que pueda desarrollarse a lo largo de toda la vida, es una facultad natural del ser humano, pienso que su aprendizaje, junto al aprendizaje del «pensamiento dialéctico», es una de las aportaciones básicas de las asignaturas reunidas bajo el rótulo de «filosóficas».


En este sentido, las nueve competencias en las que la Red Española de Filosofía desglosa la competencia filosófica (competencia comunicativa, competencia hermenéutica, competencia argumentativa, competencia crítica, competencia dialógica, competencia creativa y competencia ética) pueden sintetizarse en aquellas dos, «competencia crítica» y «competencia dialéctica». Con respecto a las competencias creativa y ética, asumo la necesidad de incluir la segunda (tendríamos, por tanto, tres competencias filosóficas: «competencia crítica», «competencia dialéctica», «competencia ética»), pero pienso que la primera no constituye una condición necesaria y suficiente de las asignaturas filosóficas. Es decir, la Filosofía no domina exclusivamente la competencia creativa, que también puede ser desarrollada por la Música o las Matemáticas. A efecto de completar este excurso, podríamos añadir una cuarta competencia filosófica: la «competencia lógica».


Por otro lado, no considero que operaciones o acciones tales como «profundizar», «problematizar» y «conceptualizar» sean, de nuevo, condiciones necesarias y suficientes de la Filosofía. Entiendo «necesario» y «suficiente» en este contexto como competencias o capacidades que sólo pueden desarrollarse desde la Filosofía (en cuanto asignatura de Secundaria), y no desde ninguna otra materia. En este sentido, no comparto la idea de «competencia filosófica» que propone Óscar Brenifier. Menos aún la clasificación de actitudes filosóficas que enumera bajo la forma de una «lista de lavandería» que puede servir también para el estudio de cualquier disciplina científica y que, en cualquier caso, no agota el «modo de ser» del filósofo.


Finalmente, tampoco comparto la propuesta de José Antonio Marina de que la competencia filosófica consiste en «aprender a pensar». Podemos entender esta competencia de dos modos. Del primer modo, resulta que los alumnos que no hayan pasado cursado al menos una de las asignaturas «filosóficas» no sabrán pensar adecuadamente (¿adecuadamente con respecto a qué, o quién?). Pensarán, supongo, erróneamente. Como si el matemático que no se ha ocupado de la Filosofía ni de la tradición filosófica no pensase, por esa razón, adecuadamente. O que no pensase en absoluto, lo cual es por completo ridículo. Por otro lado, un segundo modo de justificar la competencia filosófica de Marina es articulándola como «aprender a pensar filosóficamente». Ahora ya no tenemos una tesis ridícula según la cual sólo quien piense filosóficamente piensa de hecho, sino una petición de principio: la Filosofía es buena porque enseña a pensar filosóficamente. ¿Qué significa pensar «filosóficamente» y por qué es mejor que pensar «matemáticamente» o «musicalmente»? Definitivamente, pienso que los planteamientos de la competencia filosófica que he resumido no soportan un mínimo análisis.

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