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España y eutaxia.

Hay a mi juicio una serie de frentes abiertos en el ámbito de la política nacional que ponen en serio peligro la estabilidad del Estado (eutaxia), la cual es, a la postre, la estabilidad misma de la nación. El hecho de que muchos de quienes lean estas líneas me acusen de «rancio patriota», «fascista», «colaborador con los opresores estatistas», «machirulo», etc., etc., es una evidencia que constata mi tesis.


No tengo interés en extender demasiado esta entrada, a efecto de hacerla legible e inteligible para un público lo más amplio posible. Diré pues, para resumir, que la nación española corre un grave peligro de desintegración. Un peligro que, según pretendo demostrar, se nos presenta desde diversos (y en ocasiones incompatibles o no complementarios) frentes. La reciente aprobación del Anteproyecto de ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBI (o como yo prefiero llamarla, «Ley Montero») significa la apertura de un nuevo frente, quizá el más difícil de combatir por la sensibilidad de la materia de la que trata; has de andarte con mucho cuidado, sobre todo en las redes, porque toda puesta en duda de alguno de los puntos de la Ley conlleva inmediatamente el acoso, el insulto y la mofa (acoso, insulto y mofa que la Ley precisamente trata de extinguir para con un cierto colectivo social).


Mi pretensión no es realizar una crítica a las personas trans, ni mucho menos. Mi pretensión es advertir sobre el peligro político (es decir, que atañe al Estado; lo político es estatal) de las «subjetividades autónomas», esto es, sobre el peligro de convertir, ya no a la persona (como persona jurídica, provista de derechos que siempre son, esto no hemos de olvidarlo, derechos político-jurídicamente concedidos y administrados, jamás autoconcedidos), sino a la subjetividad como fuente última del Derecho y de la Política. En sus últimas lecciones en la EFO, Luis Carlos Martín Jiménez ha tratado estos asuntos desde una perspectiva jurídica (La esencia –materialista- del Derecho) y desde una perspectiva más estrictamente filosófica, cifrando como origen de esta «subjetivación del Derecho» el pensamiento kantiano. Esta subjetivación, esta pretensión de autodeterminación subjetiva que es extensible ad infinitum tanto ad intra (autodeterminación del sexo, de la nacionalidad, de la edad, de la paternidad, de la maternidad, etc.) como ad extra (referida a los sujetos que sostienen el peso de las consecuencias de tal autodeterminación: ciudadanos, Estados, regiones, etc.), es uno de los frentes que a mi juicio está descomponiendo la unidad nacional, que es garantía de la solvencia estatal (de nuevo, eutaxia).


Otros frentes, de más marcado carácter político, son el europeísmo, el federalismo, el regionalismo (galleguismo, cantabrismo, etc.), o incluso la recuperada causa andalusí de la izquierda andaluza, que en estos términos o bien se declara como andalusí o bien se declara como izquierda, pero no una cosa y la otra por ser ambas incompatibles (esta tesis es extensible a otros dos fantasmas que voy a mencionar a continuación, y se funda en el supuesto de que los movimientos políticos de izquierda tienden al universalismo –o internacionalismo-, pero jamás al particularismo basado en privilegios históricos o culturales). En definitiva, intentos todos ellos de fraccionar lo que ya está unido, sin perjuicio de que esa unidad sea más bien conflictiva (como todas las unidades, por cierto).


Como decía, dentro del frente político, aunque colindante con el histórico-cultural (en el que mucho podríamos decir, pero remito para resumir a La trampa de la diversidad, libro del que espero poder realizar una reseña en próximas fechas), encontramos los peligros idealistas del catalanismo y del tudalismo, o en otras palabras, de los requerimientos de independencia de los «pueblos» catalán y vasco. Digo «idealistas» porque ambos sostienen sus discursos sobre distorsiones históricas fundadas a su vez en el «mito de la cultura» del idealismo alemán. He tratado este tema en relación al catalanismo en «Joaquín Carreras Artau y la Historia de la filosofía española. Un comentario crítico», El Basilisco, 2020, 54, 4-11. La causa vasca, para más inri, se sostiene sobre tesis mesiánicas o teológicas que no merecen discusión en este breve espacio de opinión (ha sido sucintamente tratado en «Patria y Nación. Ensayo sobre un embrollo filosófico-político», Millones de patrias, Páramo, 2020, 45-152).


Por último, un frente de carácter geopolítico que podemos resumir del siguiente modo: España, la nación española (importante frente es también el demográfico, conocido como «invierno demográfico de la nación española», que tiene mucho que ver con lo que digo en este párrafo), entre el delirio expansionista del Gran Marruecos, el ciego apoyo europeo a unos Estados Unidos en retirada, una comunidad hispanohablante de la que parece haberse desatendido hace ya mucho tiempo, y un nuevo bloque euro-asiático (donde digo «bloque» no digo «unidad», sino «potencia geopolítica») que a mi juicio asumirá la hegemonía del «nuevo orden mundial», a pesar de los globalistas y cosmopolitas soñadores.


Contra todos esos frentes, o a efecto de neutralizar su peligro para España, una sola idea ya repetida más arriba: eutaxia, que no justicia.

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