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Eduardo Gutiérrez

Globalismo, Biden, Israel, y su puta madre.

A colación de las últimas noticias relacionadas con el conflicto armado que desde hace más de una semana se produce en Oriente Medio entre el ejército israelí y Hamás, quisiera dedicar esta entrada a un tema de la Filosofía política en el que llevo trabajando desde hace algunas semanas: la polémica globalismo-Realpolitik.


Excuso decir primero de todo que el modo como podemos abordar tan compleja cuestión en una entrada de blog será siempre muy parcial y limitado, pero no por ello superficial o aparente. Me voy a centrar fundamentalmente en la crítica a algunos de los argumentos que desde posiciones globalistas o cosmopolitas se emplean para refutar las tesis sobre la vigencia del "modelo westfaliano de los Estados" (el modelo de política internacional imperante en el mundo desde la paz de Westaflia de 1648).


Desde posiciones globalistas o cosmopolitas se defiende, al amparo de las políticas emprendidas desde instituciones supra-estatales como la Unión Europea y la ONU, que el mundo avanza efectivamente hacia una situación "post-estatal", esto es, hacia una situación de orden mundial caracterizada por la "gobernanza cosmopolita". El modelo del Estado-nación, sostienen, está en crisis; los procesos abiertos de globalización y el problema de la migración son dos fenómenos que, a su juicio, confirman sus pronósticos.


Sin embargo, pienso que los mismos argumentos que sirven para justificar el globalismo contra la Realpolitik sirven también para la refutación del globalismo desde la Realpolitik. Se puede argumentar, por ejemplo, que globalización no es igual que cosmopolitismo, y que en muchas ocasiones los procesos de globalización tecnológica o económica, que supuestamente evidencian la incapacidad de los Estados nacionales frente al poder creciente de las grandes empresas multinacionales, están promovidos precisamente por potencias estatales tales como Estados Unidos, China o Rusia (el presidente chino Xi-Jinping defendió esta misma idea en su intervención en el Foro de Davos del año 2021). Podríamos decir también que el pretendido poder cosmopolita que se le atribuye a la ONU no es sino el poder de sus miembros, de los Estados-nación, y más concretamente el poder de un puñado de potencias nucleares que conforman su Consejo de Seguridad (EEUU, China, Rusia, Francia, Reino Unido).


En esta ocasión me interesa poner de manifiesto cómo la política internacional de la Administración Biden, nuevo adalid del globalismo progre, más que auspiciar un futuro cosmopolita parecen confirman, a mi juicio, la vigencia internacional del modelo westfaliano de los Estados. Hoy 18 de mayo Biden ha defendido el alto al fuego entre Israel y Palestina. Es la primera vez que el novísimo presidente de Estados Unidos se posiciona a favor del cese de la violencia militar en Oriente Medio. Sin embargo, sólo si analizamos sus planes y programas en política internacional (en política interior no parece distar mucho del proteccionismo de Trump, tan criticado desde el cosmopolitismo europeo) reconoceremos la vigencia de la Realpolitik, tanto por lo que respecta a los intereses nacionales que movilizan las acciones de "pacifismo internacional" (¿paz para quién?) de Estados Unidos como al carácter falaz, aparente, de tal pacifismo.

En efecto, antes de la noticia de la llamada de Biden a Netanyahu se han producido varios sucesos que, a mi juicio, hacen de Biden un "político westfaliano", frente a quienes le consideran el líder de la nueva política globalista. Recordemos, por ejemplo, el apoyo que Kamala Harris expresó a Israel antes incluso de tomar posesión del cargo de vicepresidenta, el bombardeo a Siria de febrero, la venta de armamento a Israel por valor de más de 600 millones de euros, o, el punto en el que quiero centrar la atención, las declaraciones de Biden de la pasada semana. En ellas, según lo interpreto, el presidente yanki confirmaba un orden mundial westfaliano totalmente contrario a todo cosmopolitismo o globalismo. Biden dijo textualmente que "Israel tiene derecho a defenderse de los ataques". Con ello, insisto, Biden pone de manifiesto la actualidad (actualísima) de uno de los dos preceptos fundamentales del orden internacional westfaliano: la legitimidad de toda guerra defensiva frente a intervenciones externas, junto a la soberanía interna de cada Estado-nación.


En definitiva, lo que quiero poner de manifiesto es que la política globalista o cosmopolita ni está, ni se la espera, ni, a mi juicio, es posible. Todo avance hacia un orden mundial más o menos cosmopolita no es sino una estrategia geopolítica promovida por una potencia frente a otras, lo mismo que toda intervención pacifista o democrática (la sacrosanta causa de la Democracia), como por ejemplo las intervenciones de EEUU o Francia en Libia, encubren los intereses geoestratégicos de las principales potencias mundiales. Lo que queda, frente a eso, son planes y programas nacionales que pongan atención en la defensa de la soberanía basal y cortical de los Estados-nación.

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