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Historia de la Filosofía: Escuela y sistema.

En esta entrada voy a desarrollar una de las tesis de un artículo sobre quién o cómo es el filósofo que espero sea publicado pronto, con dos objetivos críticos: en primer lugar, una crítica del subjetivismo con que muchos se dicen filósofos por haber estudiado el Grado en Filosofía o haber leído cuatro o cinco libros de Filosofía, y una segunda crítica de la hipocresía con que muchos, otros o los mismos de arriba, se adhieren a una Escuela de Filosofía como quien se hace forofo de un equipo de fútbol.

 

Parto de dos principios básicos para la exposición materialista de la evolución de las distintas filosofías o de las distintas corrientes que constituyen, en su continuidad dialéctica, la consabida Historia de la Filosofía. Dos principios que, a mi juicio, encajan perfectamente con la explicación que desde el materialismo filosófico de Gustavo Bueno se hace de la Historia de la Filosofía, y de la Filosofía misma. Remito, por ejemplo, a El lugar de la filosofía en el conjunto del saber, Ensayos materialistas, ¿Qué es filosofía?, o a las lecciones y artículos que Luis Carlos Martín Jiménez ha desarrollado en torno a la implantación política de las filosofías española y alemana. Son el "principio del sistema" y el "principio de la escuela".


Según éstos, una Filosofía se entiende como tal cuando adquiere un carácter escolar o académico (no en vano se considera a Platón, y no a Sócrates, el fundador de la Filosofía como disciplina académico-crítica; es decir, al sistematizador del método socrático, que no su creador), y es en virtud de este carácter escolar que se constituye bajo la forma de un sistema (geometría de las Ideas). Es importante advertir que ese "en virtud de" no dice relación de causa-efecto, sino relación, digamos, de interdependencia entre la "escuela" o el "modelo" y el "sistema".


En definitiva, hablamos de Filosofía sensu stricto cuando o en la medida en que reconocemos un sistema formado por un núcleo, un cuerpo y unos desarrollos. En particular estos últimos no son posibles sin una escuela, aunque su importancia no se circunscribe exclusivamente a ellos; en efecto, y sin perjuicio de la "potencia subjetiva" del fundador del sistema, sólo en el contexto de una escuela son posibles los dialogismos y las polémicas gracias a las cuales el núcleo sistemático asume un cuerpo amplio en el que aparecen involucrados, como no podía ser de otra forma, otros saberes científicos.


Siguiendo con lo anterior, la escuela permite la reunión de individuos procedentes de diferentes disciplinas científicas, de cuyas discusiones, lecciones o conferencias surgirán nuevas líneas de desarrollo para la ampliación del mapamundi del sistema filosófico, que siempre precisa de reajustes. En este sentido, y aquí apunto una de las conclusiones de esta entrada, una Filosofía no se agota jamás en su creador, por muy genial que éste fuera. Una Filosofía entendida como sistema es una institución en un sentido escolar o académico.


Por eso me parecen completamente triturables los comentarios de quienes por haber leído, como digo al comienzo, cuatro o cinco libros de, por ejemplo, el profesor Bueno, se dicen "buenistas" (y también son triturables, más todavía, los "anti-buenistas" que no han le leído, o le han leído mal, o ni siquiera pretenden leerlo), y se dedican a parafrasear lo que dijo el maestro de una forma descontextualizada, tanto con respecto al conjunto global de su obra (cada uno de los libros que configuran un sistema de Filosofía mantiene relaciones dialécticas con los anteriores y con los siguientes, desde diferentes escalas) como con respecto al momento en que se escribieron esas líneas (esto último más si cabe cuando lo que se repiten son lecciones habladas, tales como teselas o intervenciones televisivas).


Dicho en pocas palabras: leer a un pensador no te convierte en parte de su sistema, por mucho que se repitan sus tesis como un papagayo. Lo que te convierte en parte de ese sistema es la pertenencia a la escuela al calor de la cual éste se desarrolla, precisamente discutiendo, investigando y proponiendo nuevas líneas de desarrollo que mantengan una coherencia interna con respecto al núcleo y al cuerpo del sistema. Quede dicho esto para quienes piensen que pueden retomar o cortar a voluntad partes "vivas" de un sistema para derivar desviaciones impropias, o para quienes se crean capaces de cercenar o reducir ese sistema según lecturas parciales de sus partes constituyentes.


Y por otro lado, y termino, sirvan estos dos principios como argumentos críticos contra quienes piensan que la Filosofía es una cosa de todos y de ninguno (sin perjuicio de su carácter mundano o espontáneo), algo así como una actividad puramente subjetiva que se practica en las aulas de Secundaria o en las Universidades, incluso en las noches de verano entre amigos. La Filosofía (las filosofías) es cosa seria, actitud académico-sistemática donde las haya, y en ella no hay cabida para quienes con dos o tres reflexiones más o menos profundas se creen adalides del pensamiento crítico. En pocas palabras: hay que leer más.

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