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Eduardo Gutiérrez

La patria vista desde las capas de la sociedad política.

El objetivo de esta entrada es ofrecer un punto de vista para el análisis de la patria desde las capas de la sociedad política de la teoría política del Filomat (Primer ensayo sobre las categorías de las ciencias políticas, 1992).


Las motivaciones para la redacción de esta entrada son dos, principalmente.


En primer lugar, tratar de «regresar a las cosas mismas» en lo referente a la cuestión de la patria, respondiendo, así, a las tan inoportunas declaraciones de Yolanda Díaz sugiriendo (entiendo que no exigiendo, ni imponiendo; por ahora) la sustitución de la idea (masculina, a su juicio) de «patria» por la (femenina y por eso, se entiende, más «sensible» y «cuidada») de «matria», reiterando con ello la filia que la izquierda pogre o «izquierda mimada» le profesa al lenguaje no ya como medio de acceso a la realidad sino como su esquema de constitución.


En segundo lugar, pretendo ofrecer un contrapunto crítico a la tesis que Axel Juárez expuso en el programa 130 del Teatro Crítico, «¿Qué es el Estado? Las capas de la sociedad política» (https://www.youtube.com/watch?v=ZQg41_nKG9s&list=WL&index=10).

 

A juicio de Axel Juárez, y desde la estructura trifásica que Bueno determinó para la clasificación de los fenómenos que acontecen en el campo de la sociedad política dividida en «capa conjuntiva», «capa basal» y «capa cortical», la patria como «tierra de nuestros antepasados» se localizaría en la capa conjuntiva. Sin perjuicio del fulcro de verdad que la tesis de Juárez pudiera tener, y que en absoluto pongo en duda, planteo una nueva interpretación de la patria como realidad oblicua a las tres capas, y no exclusivamente conjuntiva. De este modo, a la idea de la patria como «tierra de nuestros antepasados» le incorporo su significación como «tierra productiva», es decir, como «lugar para el trabajo», y como «dintorno cortical». Veremos, además, que desde cada capa le podemos asignar a la idea de «patria» una dimensión temporal propia.


(A) Patria y capa conjuntiva. Como bien señaló Juárez, y recién acabo de exponer, la patria desde la capa conjuntiva se entiende como la «tierra de nuestros antepasados». Serviría la consideración de la capa conjuntiva (coordinable, a mi juicio, con la clase platónica de los gobernantes y con los poderes tradicionalmente atribuidos a la Política; en pocas palabras, la capa referida a la relación entre los individuos humanos, aquí caracterizados como «gobernados» y «gobernantes» -«eje circular» del espacio antropológico-) para referir a las definiciones clásicas de la patria como el lugar donde las generaciones pasadas de nuestra nación política vivieron, crecieron y construyeron dicha nación.


De acuerdo con la expresión alemana Blut und Boden, «la sangre y la tierra», o con la canción popular que dice «El lugar más querido para mí en la tierra es la hierba [la tierra] en que me siento junto a la tumba de mis padres [la sangre]», la «patria conjuntiva» o la patria vista desde la perspectiva de la capa conjuntiva es, efectivamente, «la sangre» de nuestros antepasados, nuestro pasado, el pasado de nuestra nación política. Y «la tierra» en tanto en cuanto lugar de su enterramiento.


Sin embargo, tal conceptualización de la patria incurre a mi juicio en el error de los «patriotismos idealistas» (Millones de patrias, 2020); es decir, en el error de configurar una idea formalista que reduce la patria a sus elementos idealistas (cuasi mitológicos) olvidando las condiciones objetivas de las que estos derivan. Porque «la sangre» como tal dice lo mismo patriota que antipatriota, siempre y cuando rechazamos por metafísica la división que desde algunos partidos políticos se hace entre los «españoles» y los «anti-españoles», como si los segundos fuesen menos españoles que los primeros (tal crítica no hace sino reiterar el deseo mismo de aquellos a quienes se llaman «anti-españoles», esto es, a los nacionalistas fraccionarios, de no formar parte ni de iure ni de facto de la nación española).

Desde esta perspectiva la patria es el lugar del pasado. De ahí que la adherencia exclusiva a la capa conjuntiva fomente, a mi juicio, la construcción de una idea de «patria» idealista que mira hacia el pasado (como si de un «pretérito ideal» se tratase) desatendiendo sus dimensiones de presente y futuro y, con ellas, el imperativo eutáxico del Estado.


(B) Patria y capa basal. La necesaria determinación objetivo-material de la idea de «patria», necesaria por cuanto se requiere para derrumbar la concepción idealista o metafísica de la misma, se realiza desde la consideración de capa basal de la sociedad política; es decir, desde la perspectiva de «la tierra», ya no como «lugar de enterramiento de nuestros antepasados», ni tampoco como «paraje natural» que éstos pudieran habernos legado, sino como «campo para la producción nacional y el trabajo».


La patria, vista desde la perspectiva de la capa basal, que no es sino la capa que involucra los fenómenos y las relaciones necesarias para la producción de las tierras nacionales y de la riqueza nacional en definitiva, habla del territorio como aquello que es preciso explotar industrial, fabril o agrícolamente a efecto de que la nación política sea autosuficiente. Y a efecto, por supuesto, de lograr la eutaxia del Estado.


No sólo es preciso defender la patria como lugar del pasado, sino también como lugar para la realización del presente, como lugar para la prosperidad de los individuos, de las familias, y de las instituciones que a través de su recurrencia y conservación hacen posible el desarrollo proléptico de los planes de vida de esos individuos y de esas familias. Sin perjuicio del valor del territorio «productivo» (tierras de cultivo, presas, subestaciones, extracciones de recursos, fábricas, carreteras, etc.), pienso que la potencia proléptica de los planes y programas del Estado nacional sólo será efectiva en la lucha geopolítica que se abre con la siguiente perspectiva a analizar desde una potencia productiva suficiente, es decir, desde una capa basal tal que permita la eutaxia del Estado y el mantenimiento de la nación política como nación demográfica.


(C) Patria y capa cortical. Finalmente, la dimensión del futuro se incorpora en el análisis de la patria desde la capa cortical de la sociedad política, esto es, desde la capa coordinada con el «eje angular» del espacio antropológico y la clase platónica de los guardianes; la capa que involucra a los ejércitos, a los servicios de inteligencia, de diplomacia, etc.


Con esta dimensión rompemos definitivamente con las concepciones idealistas de la patria en tanto en cuanto dejamos de concebirla desde el pasado y aislada y pasamos a conceptualizarla ya no solo desde la perspectiva del presente en marcha, sino desde tal perspectiva con un impulso de futuro (connatus, de acuerdo con la teoría política de Espinosa) que nos introduce de lleno en la «dialéctica de los Imperios y los Estados» o, en una sola palabra, la geopolítica.


En efecto, una vez que nos desprendemos del pacifismo propio del «fundamentalismo democrático» hemos de tener en cuenta que la tierra de nuestras generaciones y la tierra de nuestra riqueza no perviven porque sí, sino que es preciso defenderlas de las posibles injerencias extranjeras. Las fronteras son más importantes que las leyes.


En definitiva, la patria, según la interpretación que propongo, desde las bases del «materialismo político» del Filomat, es al mismo tiempo pasado, presente y futuro, o mejor, es al mismo tiempo la sangre, la tierra y la supervivencia de la nación política en su Historia.

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