El borrador de la nueva Ley de Educación que se está poniendo a punto (conocida como Ley Celaá), a expensas de posibles modificaciones de última hora, no cumple con el compromiso adquirido por el Gobierno de recuperar el ciclo filosófico (en 4º de ESO, Ética, en 1º de Bachillerato, Filosofía, y en 2º de Bachillerato, Historia de la Filosofía). Y lo hace, por lo que respecta al tema de esta entrada, eliminando la asignatura de Ética de 4º de ESO.
Un grupo de alumnos del Máster en Formación del Profesorado en la especialidad de Filosofía de la Universidad Complutense ha creado una "plataforma estudiantil nacional en defensa del blindaje de la asignatura de Ética en 4º de ESO. Adjuntaré un enlace a su página oficial de Twitter para quien desee obtener información al respecto o contactar con los promotores de la plataforma. Desde aquí aprovecho para animar a todo aquel que esté interesado en la filosofía y en su implantación política por la vía de la educación a que se sume a este interesante proyecto.
Sin perjuicio de lo anterior, esto es, del apoyo público que ofrezco a esta plataforma y a su noble causa, creo que es importante someter a crítica algunos de los puntos de su comunicado-manifiesto (que se puede consultar en su página de Twitter). De acuerdo con la máxima "argumentos falaces destruyen grandes y nobles causas", es necesario que "lo cortés no quite lo valiente", y que el apoyo y el reconocimiento de causas de este tipo no sea óbice para una crítica u objeción a algunas de las ideas que se ejercitan o representan en su comunicado.
Solamente presento dos objeciones. Huelga decir que invito a la participación de quien quisiera aportar nuevas perspectivas u objetar las objeciones presentadas.
En primer lugar, el segundo párrafo del texto habla de unos "profesores especializados" que acompañarían o deberían "acompañar al alumnado en la reflexión y comprensión de los valores éticos [...]". Aquí surge un problema motivado por la falta de determinación de esa "comunidad" de especialistas en, suponemos, la ética. Pero, ¿quiénes son estos especialistas? ¿Profesores de ética? ¿Profesores de filosofía? ¿Cuál es la diferencia? Y una pregunta todavía más importante, ¿por qué excluir de este grupo de especialistas a los profesores de religión? En definitiva, este problema no es sino el problema de la autonomía de la ética en cuanto Ética, es decir, en cuanto disciplina autónoma dentro del contexto general de la Filosofía. El problema, en pocas palabras, de una "comunidad de profesores de ética" que tiene la pretensión de constituirse como "comunidad científica". No obstante, parece evidente que quien es especialista en ética, es decir, en problemas éticos, valores éticos, teorías éticas, etc., aun cuando sepa mucho de su "campo", no sabrá absolutamente nada de otros contextos y otros campos afines al de la ética; a saber, la política, la Historia, la religión, las instituciones, la economía, la antropología, etc. Y si aceptamos esto, es decir, si aceptamos la inexistencia de un campo propio para los estudios éticos, reconociendo por el contrario que los problemas éticos son problemas que refieren a una pluralidad de contextos determinantes morfológicos, hemos de rechazar la idea de una "comunidad de profesores especialistas". O, al menos, matizar muy bien nuestra propuesta.
En segundo lugar, me centro en la tesis presentada en el tercer párrafo de acuerdo con la cual la ética puede "lograr una generación capaz de atreverse a pensar por sí misma de manera crítica y ética". Dejemos a un lado la idea del "pensamiento ético". Siguiendo lo dicho arriba, el pensamiento ético no parece ser muy distinto del pensamiento crítico, del pensamiento dialéctico, del pensamiento político o, en definitiva, de la prudencia. Pero, en el regressus, la prudencia no parece ser exclusiva de la ética, sino más bien de la política. Por otro lado, si admitimos provisionalmente que el pensamiento ético es un pensamiento que opera con arreglo a leyes universales. En este sentido, en primer lugar, el pensamiento ético no es distinto del pensamiento jurídico. Y en segundo lugar, no todo pensamiento ético es un pensamiento con arreglo a leyes universales, al estilo del imperativo kantiano. Si admitimos esto, estaos obligados a considerar que Nietzsche, por ejemplo, no es un pensador ético. La obra Schopenahuer und Nietzsche (1908) de Georg Simmel es una prueba sólida y magistralmente argumentada contra esta idea.
Por otro lado, y ruego que perdonen la falta de desarrollo de las objeciones planteadas, es bastante discutible que ética logre o facilite la construcción de un pensamiento autónomo (sea ésto lo que sea); o dicho de otro modo, no es una virtud exclusiva de los estudios éticos, y por tanto no sirve como argumento en defensa de su implantación (lo mismo sirven para ello las matemáticas, la física o la música).
Por último, la idea de la ética como condición para el pensamiento crítico me parece acertada y oportuna para los objetivos planteados. De hecho, a mi juicio, la ética o la filosofía moral es una asignatura necesaria para la ESO por cuanto nos ofrece un amplio abanico de situaciones de la actualidad política y social a través de cuyo estudio someter a crítica los fundamentalismos de ciertas instituciones y personalidades. Esta tarea, la del pensamiento crítico y dialéctico es la mejor baza con la que cuenta la ética para su introducción y defensa en la Educación Secundaria.
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